domingo, 13 de diciembre de 2015

Mi penúltimo poema


XXVIII

Y dos semanas después, ahí estaba ella. Radiante, ¡cómo no! Tan hermosa como siempre. Con ese gesto tan familiar. Con esa sonrisa que me enamoró tres años atrás.

Mi radar, aun rodeada por un centenar, únicamente a ti detectó. Sólo tú en mi campo de visión. Tú y yo, solos en el espacio y tiempo, por un instante, inmersos en una marea de sentimientos.

Como una diminuta e indefensa hormiga, a orillas del mar, intentando, bajo un despiadado tsunami, nadar.

Un bombardeo de emociones al blanco de mi corazón. Un millón de pensamientos acribillando mi abatido cerebro. La rendición de mi alma tras tanto recuerdo.

Dos segundos que simulan una eternidad, diez metros que distancian dos corazones abrazados, dos desconocidos que juntos todo fueron pero nada son  por separado.

Tú. Discreta entre las demás, cambiando de nuevo mi vida. Tan insignificante para el resto, tan imprescindible para mí. Luchando por desapercibida pasar, pero tu mirada, una vez más, haciéndome soñar.

Pero cómo explicar este dolor siendo yo quien renunció a tu amor.
 
Dejé de buscarte y entonces te encontré

PD: La próxima vez prometo no salir corriendo.
 
.Parte 1.
 
El Portaminas Negro

martes, 6 de octubre de 2015

Anulados por la pobreza


Otro genio se queda por el camino


Un muchacho de quince años, ilícita e injustamente pobre, que desconoce la vida escolar, que apenas coincide con personas de diferente clase social, que ignora la posesión de un simple televisor y que a duras penas sabe leer y escribir, entra en una aislada y austera biblioteca ubicada a veinte minutos de su humilde morada. Dejando a mano izquierda la recepción, alcanza al azar el primer libro que se le presenta; el primer libro que sus débiles manos sostienen desde que su desafortunada madre trató de enseñarle a estudiar ocho años atrás.

Ojea los parágrafos e ilustraciones que lo componen. Al cabo de un rato, cuando se dispone a dejar el libro recién visualizado en la estantería correspondiente, un señor de algo menos de 70 años interrumpe su camino.

-          ¿Te gusta el cine, joven? Preguntó el señor con un par de películas en la mano.

-          Sí, mucho. Pero no el vigente, que únicamente engloba innecesarios ruidos y vacías historias -responde el chaval, sin haber contemplado jamás un metraje, iniciando así una larga y penetrante tertulia-.

-          Lógico si admiras el cine de verdad. Tienes cara de disfrutar sobre todo con la magia de John Houston. ¡Eso sí que era un director!

-          Sinceramente, de él exclusivamente he visto “La Reina de África”, con las increíbles interpretaciones de Humphrey Bogart y Katharine Hepburn. En realidad mi director favorito es Billy Wilder, pero antes que con la aclamada cinta “El apartamento”, me quedo, sin ninguna duda, con “Primera plana” protagonizada por Jack Lemmon y Walter Matthau.

-          Matthau en ese filme se sale -imita satíricamente cómo se zarandea el actor en la película “Bandeja de plata” mientras ambos ríen a carcajadas-. Yo, desde luego, me quedo con el sueco Ingmar Bergman, no sé si te sonará. Pero lo que tú dices; el cine nace en los 40 y muere en los 70.

-          Así es. Pero he de señalar que, para mí, el cineasta más completo de todos los tiempos y, por consiguiente, mi preferido es, por extraño que parezca a mi edad, de la década de los 20: el ilustre Buster Keaton, contemporáneo, entre otras eminencias, de Charles Chaplin y Harold Lloyd. Aunque personajes lacónicos e inexpresivos, pero dotados de una calidad y superioridad fascinantes, como los interpretados por actores de la condición de John Wayne y Robert Mitchum no me dejan, en absoluto, indiferente. ¡Cómo, sin mover un músculo del rostro, sostienen esa tensión y rebeldía las horas que abarca el trabajo!

-          Recuerdo que cuando tenía tu edad, allá por el 63, fui por la mañana a ver “El verdugo” de García Berlanga, mi director español predilecto, a las salas de proyección de entonces, y por la tarde “El gatopardo” de Luchino Visconti. Aquello sí que era auténtico cine. Pero yo tenía una ventaja de la que tú no puedes gozar -sonríe agradablemente-, yo salía de la estancia y veía en mi realidad lo mismo que en las películas de Berlanga. Igual que los vehículos de esta película suya tan buena…

-          ¡“Plácido”!

-          Sí, esa. Berlanga filmaba la sociedad tal y como era en ese momento, en el que yo vivía.

-          Mi director nacional preferido es, con mucha diferencia, Luis Buñuel. Y, en mi opinión, el cine en estos tiempos precisa de alguien con una actitud equivalente. Alguien harto del arte presente que dé un golpe en la mesa con un nuevo “perro andaluz”, y selle así un antes y un después -indica con tono esperanzador el ignorante inexperto-.

-          Un grande, ¡qué duda cabe! Trabajó con los mejores, como Gómez de la Serna y García Lorca, entre otros. Pero cuando Buñuel trabajaba en el MoMA, su más que distinguido colega Dalí lo traicionó tachándolo en su libro “La vida secreta de Salvador Dalí” de sacrílego y rojo, razón por la que tuvo que huir de América. Un desgraciaó vamos… -se ríen los dos poniendo fin a la amigable charla mientras se distancian lentamente-.

Ya concluido el coloquio, el inculto, pero extraordinario, chico posa definitivamente el archivo prestado en el lugar que le corresponde. Segundos después, el anciano retrocede y apunta antes de partir del edificio: “eres joven para tener demostrados conocimientos tanto cinematográficos como culturales, debes estar muy orgulloso de tu capacidad. Muchas gracias por esta lección”.
  El fascinante e, intelectualmente, desaprovechado crío, ya retirado su cinéfilo conocido, migra finalmente del establecimiento, abandonando a sus espaldas el único manual que han contemplado sus ojos desde los siete años. La obra que le enseñó en minutos todo lo que ahora conoce: “Historia del cine universal”.

  Instante en que dedujo desconsolado que el hambre se comía su infinito provecho. La primera vez que comprende, consternado, que la pobreza arrebata futuros prodigios. Momento en que asume abatido que, en definitiva, su talento nunca saldrá a la luz.
 
“Los pobres esperan un mundo mejor. El mundo no espera nada de los pobres.”

 - Breve fábula en memoria de aquellos a los que la penuria les ha violentamente saqueado toda oportunidad de demostrar quiénes son. Por aquellos que si gozasen de fortunas serían capaces de aportar indispensables prosperes a la humanidad. Por todos aquellos que han sido inaceptablemente anulados intelectual, cultural y socialmente. -


El portaminas negro.

jueves, 30 de julio de 2015

Viajando a la Luna


Tu olvidado astronauta

 


Últimamente no descanso de ojear ahí arriba; el Cosmos que me escolta y abraza cada noche. Sinceramente, no creo que haya milagro más hermoso que aquello. Sin contar tu sonrisa, claro; tu resplandeciente Luna creciente.


Porque tropiezo con el Universo cada vez que gravito tu estelar figura. Porque interpreto estrellas en tus lunares. Porque cada madrugada deploro perderme en tu infinita Galaxia.


Ya sea desde el Cielo de Valencia o en pleno centro de Madrid, no hay noche en la que no precise contemplar el ensimismador Espacio.

Ya sea rendido a orillas del mar o sumergido en una apaciguada piscina, concluyo descubriendo el mayor de los encantos; el amor al recordarte trazándonos en el Firmamento.

Ya sea en solitario o en compañía no evito hablar maravillas de ti. No ceso de narrar ficticias y reales anécdotas de nuestra mágica relación. No rescindo de rememorar nuestros sueños, mientras te imagino en cada puesta de Sol releyendo el último poema que compuse para ti. Aquél en el que te despedía para siempre.


Cuando encumbro cada anochecer la cima de nuestra colina sólo pienso en acariciar los cometas y satélites que nos custodian. Lo único que espero es hallar el más íntimo de nuestros reencuentros. Porque cuando llego a lo más alto simplemente deseo saltar de planeta en planeta hasta aterrizar en ti. Deslizarme por cada una de sus órbitas y alcanzar tu celestial comparecencia.


Porque, digan lo que digan, lo nuestro de ningún modo fue un fugaz meteorito, sino, más bien, la Tierra; astros siempre flotando, que nunca se cansan de girar, a los que jamás les falta de nada. 


Pero… ¿presenciarás tú lo mismo que yo? Me complace suponer que sí.

Pero en el momento de nuestra, aunque impredecible, pendiente e ineludible coincidencia será lo primero que curiosee. ¡Quedas avisada! Y es que en verano me envuelve la nostalgia que no concibo el resto del año.

Pero eso tú ya lo sabías, doncella.
"Las estrellas son bellas, por una flor que no se ve..."
Antoine de Saint-Exupéry. El Principito.

El portaminas negro.

domingo, 21 de junio de 2015

Lo hacemos y ya vemos


LA LLAMADA



They make you something that they want

to make you, that isn’t really you.

They come and talk to find answers,

but they’re the answers, not us."
 
-Vivir es fácil con los ojos cerrados.-



Ya está aquí el verano. Y con él una nueva entrada. Pero no la típica vacía dando la bienvenida a la nueva estación, sino una honesta encomienda para estos provechosos días. Eso sí, con su correspondiente reflexión.
Una llamada a la vida. A vivir de verdad. Porque aunque los días, las semanas, los meses, las estaciones… pasen, seguimos igual. Miras el calendario y ya han pasado casi siete meses y sigue prevaleciendo la misma mentalidad.
Ya va siendo hora de ser nosotros mismos.
“Lo hacemos y ya vemos”. Porque sí, porque a La llamada no le falta razón. Ya vale de condicionarnos por la opinión y prejuicios de los demás. Ya está bien de coartar nuestro potencial por lo que pueda especular el resto. Ya basta de oprimir nuestros sueños por la dominante sociedad en la que nos hallamos inmersos.
Ya es hora de ser felices, joder.
Porque no hay nada más trascendental que la amistad y la esencial búsqueda de identidad. Porque esta llamada oculta a la libertad y al verdadero amor debe ser escuchada. Porque no hay nada más bonito que el respeto y la elección autónoma de decisiones. Porque no hay nada más triste que tratar de ser otra persona para encajar en cada situación.  Porque no hay nada peor que vivir en función de los demás.

Que ya sobra tanta intolerancia. Que ya sobra tanta frontera.

Porque todos somos diferentes y eso es lo admirable de la realidad. Porque todos tenemos “nuestras cosas” y no por eso debemos disimular. Porque tenemos que prescindir del reconocimiento de los obstaculizadores a la hora de actuar y de la meditación de las repercusiones que pueda tener.
Porque tras ensimismarme con la más que recomendable e imprescindible adaptación teatral La ola, vuelvo a cumplir otro de los propósitos más deseados para este año. La semana pasada decidí finalmente adentrarme en la historia de la más aclamada y galardonada función del momento, La llamada. Una aglomeración mágica de música, religión, aventuras, juventud, romance, drama y comedia.



Porque, la verdad, ya sea mediante el “coged las rosas mientras podáis” de El club de los poetas muertos, el “cuanto más sabes quién eres y lo que quieres, menos te afectan las cosas” de Lost in Translation o el “sigue los dictados de tu corazón” de El indomable Will Hunting, todo el mundo debería ser consciente de este, más que ineludible, encargo.
Y si encima dicho recado se transfiere desde el corazón, el humor, la ilusión, la pasión y el optimismo, no se puede pedir más, “porque la música y el talento hacen milagros”.

Probablemente, esta comedia musical sea la mejor obra que se pueda contemplar en estos tiempos, no sólo por la cantidad de premios recibidos ni por su increíble reparto, sino porque el escalofriante mensaje que se esconde entre esas magníficas canciones perfecciona a cualquier público.  




Porque este mandato ha cambiado y salvado muchas vidas y personalidades, respectivamente. Porque no sé vosotros pero yo también defiendo rotundamente y sin cargos de conciencia que hay cosas mucho más relevantes que los estudios, el dinero, la fama e impresionar a los demás como, entre otras, la auténtica amistad, el amor, la felicidad, el alcance de tus utopías y conocerse a uno mismo por encima de todo.



Siempre sin dejarse someter por las masas. Porque hay que aprovechar el tiempo al máximo. Porque sólo seremos jóvenes una vez. Porque estamos en la mejor época de nuestras vidas.


Sinceramente creo que no hay nada más enorgulleciente que aprender a pensar por uno mismo y funcionar conforme a tus ideales; viviendo y saboreando cada instante como si fuera el último, ya que cada uno de ellos define quién, en realidad, eres. Porque debemos pensar menos en las consecuencias y más en nuestras ganas de vivir. Porque sólo se es una vez y hay que serlo de verdad.
Debemos comernos el mundo porque nadie va a hacerlo por nosotros. Porque nadie puede limitarnos. Porque merece la pena ser feliz luchando por lograr nuestras metas disfrutando cada vivencia de este valle de lágrimas. Porque trabajos así llenan el alma de esperanza, energía, seguridad, entusiasmo, emoción y alegría.
Porque hay que escuchar la llamada.
Porque es ahora o nunca.
Porque…
 “LO HACEMOS Y YA VEMOS”.





Y a hacer del verano algo extraordinario.


El portaminas negro

jueves, 30 de abril de 2015

Malabarismo de sentimientos


 

ÉL SONRÍE, ELLA AGRADECE


Madrid. Línea 10 de Metro.

Una delicada adolescente no rescinde de batallar -como acostumbra- con su maniática pareja a través de su controlador teléfono. A cinco asientos, un joven bohemio con camisa de cuadros, pantalón negro, corta barba y largos cabellos rasguea su desgastada guitarra mientras sostiene, como un experto malabarista, un corroído vaso de plástico.

Ella enloquece, él asienta cordura.

El artista no cesa de vislumbrar la afligida cara de la hermosa chica. Cada vez que ella resopla, él sube el ritmo. En lo que ella desquicia, éste encuentra inspiración. Mientras ella desespera, él le dedica su mejor canción.

Ella se desmonta, él compone.

En el momento que ella inclina abatida, él trata de enaltecerla con su precisa oración. “¿Cuánto tiempo crees que podré bailar sobre tu mano sin echarme a perder?”, se escuchó. A la vez que la conmovida inquieta procura perder la mirada, él es incapaz de apartarla.

Ella lo percibe;

mirada universal, de alcance personal. Me hipnotizó por fin, con su verso letal”.

Al recorrer una triste lágrima su apenado rostro, él su anhelada felicidad ansía recuperar. El chico su púa le regaló y ella su lágrima secó. El chico se enamoró, ella apenas lo notó.

Finaliza la canción.

 El pobre músico emprende la pausada marcha por los abarrotados vagones con el recipiente extendido. La agradable anciana de su derecha colabora con unas monedas, la joven, angustiada, introduciendo su móvil.

Se contemplaron fijamente. El mundo se detuvo.

El chico le sonrió, ella se lo agradeció.

“Tú le servirás mejor uso del que le he prestado yo. Cuídalo.”
 
 
El portaminas negro

miércoles, 22 de abril de 2015

La doncella de mis veranos


Por Ella



Madrid. Junio de 1937.

El mejor bien que se me ha legado. A quien yo más quiero. Quien me cambió la vida.

Teníamos 16 años. No comprendíamos qué acontecía a nuestro alrededor. Sencillamente, íbamos a lo nuestro.

 Bastaba una mirada.

No necesitábamos más que caminar de la mano.

Con estar a centímetros el uno del otro nos era suficiente.

“Lo tenía todo” –presumí-.

Nuestro viaje comenzó en el tranvía de vuelta a casa; aparentaba una cita prevista estaciones atrás. Parecía conocernos desde críos.

Me acompañó hasta mi dirección, criticó mis preciosos náuticos y me sirvió el primer beso de una larga lista.

Acto seguido se marchó.

Le agarré del brazo.

-Era mi turno-

Me contempló como nadie lo había hecho jamás. Me sonrió como nunca había visto antes. Me enamoré como un inocente un 28 de diciembre de la chica más solicitada un 14 de febrero.

Desde entonces… todo merece la pena.

Al fin me atrevo a vivir.

Desde entonces… soy realmente feliz.

Hasta su inesperada aparición los veranos no eran más que meras épocas de desconexión. La temperatura en citados días caracterizaba de insignificante. El Sol brillaba como si nada en aquellos meses.

Fue con Ella cuando efectivamente los prodigiosos veranos cobraron sentido. Cuando la temperatura no transitaba desapercibida. Cuando descubrí la esencia del VERANO -en mayúsculas-.

Entonces entendí que el verano nunca fue, hasta Ella, pero que mientras viva jamás se eclipsará. Cuando el Sol destelle como sugiere su apasionante mirada sabré que, aunque lejos de mí y seis décadas después, Ella seguirá hechizando como me encantó a mí.

El verano paseaba en su bolsillo. La luz estrellada marchaba sobre sus hombros. El Sol emprendió su sincera irradiación cuando Ella ilusionada e ilusionando sonreía entre besos y besaba entre sonrisas.

Porque el verano floreció cuando germinamos nosotros, y tú y yo nunca marchitaremos.

Cada vez que desafío las resplandecidas calles en las acaloradas jornadas de verano sé que dicho milagro lo avivaste tú, que continúas deslumbrando mi nueva estación.

Tú eres la causante de la perfección de estas vacaciones.

Tú convertiste los sucesivos veranos en las mejores fechas de mi vida. Tú eres la culpable de mis inevitables depresiones el resto del año.

Tú cautivaste mi realidad con la concesión, preciosamente envuelto, de aquel prometedor verano. No eres sino tú la emisaria de mi felicidad en estos relámpagos de independencia.

Y transcurridas sesenta primaveras me importunan insistiendo.

¿Que por qué no voy tras ella? Ya nada depende de mí. Ya nada puedo controlar.

¿Si continúa viva? Sí en mi vida, pero no en mi mundo. Cada vez que el albor del Sol hipnotiza como lo hicieron sus ojos siento su presencia más íntima.

Cuando Dios me reclame, como hizo con Ella, emprenderé a toda prisa la infatigable búsqueda allá arriba, ¿mientras tanto? me mantiene cuerdo recibirla cada junio y despedirla cada septiembre. Siempre con la misma magia del 37. Siempre entre abrazos.

No obstante, y aunque nadie lo comprenda, desde aquel trágico accidente de 1955, de ningún modo me encuentro desamparado.

Sí. Ya son 94 los años que acarreo pero no soy ningún lunático.

Simplemente, permanezco seducido.


                           Un viejo poeta.         22 / abril / 2015


Por cierto, doncella, en un par de meses te enseño lo que he escrito.

Hablo de ti, de nosotros.

Seguimos vivos.





El portaminas negro.

miércoles, 11 de marzo de 2015

La vida entre paseos


Paseando hacia la vida


Me siento diferente. Mejor dicho, sobradamente sensible. Quizá por no cesar de revivir. Por volver a mi niñez y repasar algunas de las particularidades que me han hecho progresar. Por intentar aprender de mi pasado. Sí, me desborda la nostalgia. Seguramente, por recordar esos entrañables momentos que provocaron mi indefensa e inocente felicidad. Esos días que indubitablemente definen quién en este instante soy. Como no podía ser menos, también he vuelto a escuchar mi abandonada música. Colecciones que desafortunadamente he tenido muy descuidadas estos años. Y digo desafortunadamente porque muchos de los mensajes que dejaron  no debían haber pasado tan desapercibidos.

He vuelto a sentir como un niño, pensando como un adulto. He vuelto a correr como un descerebrado, caminando como un pensador. He vuelto a vivir lo que creía muerto. He vuelto a aprender de mí. He vuelto a pasear.

Que se pregunten qué haces en la calle,
que no se den cuenta de ese detalle.
Que esto es un paseo como los de antes,
el que nadie se busca, nadie quiere encontrarse,
que todo se vuelca en un vaso vacío,
que no hay más nostalgia que la de perderse.
[…]
SI BUSCAS AYUDA, CHUNGO, ESTA NOCHE ESTOY SÓLO CONMIGO
.

Hemicraneal. Estopa

Estopa –grupo preferido de la infancia y ya fundidos todos sus discos- tenía toda la razón; por desgracia, actualmente escasean los reflexivos paseos. Ya no se piensa. Hoy en día no se para uno a disfrutar de la, muchas veces, imprescindible soledad. La gente ya no se pierde para encontrarse. La juventud ya no se pregunta por la esencia de todo lo que nos abarca. Se pierde el interés por la indispensable tregua en estos tiempos de agobiante dominación. Hay que salir y plantearse la vida, da igual que medites por qué un espejo que refleja otro espejo no representa nada o por qué el concepto de perro no puede ladrar, pero debemos discurrir por nosotros mismos. 




Y repito, el grupo catalán no se equivocaba: en jodidos martes es fundamental darse tiempo, respirar profundo, descargar, conocerte a ti mismo y sonreír. Y si, mientras, el resto de la humanidad se pregunta qué haces tan feliz caminando solo por la calle, lo estás haciendo bien, porque en realidad te estás comiendo el mundo en tu interior. No sólo has dado con la tecla adecuada, sino que has encontrado toda la partitura. ¿Y qué más da? Que mojen tu risa con su puta prisa antes de morder. ¡Qué remedio! Si la gente está atontada y manipulada por su último móvil que sólo les permite correr, obviar el placer que proporciona las delicias de la existencia y que imposibilita el razonamiento acerca de las claves del mundo y las soluciones de las imperfecciones de éste, tú marca la diferencia. Que andamos justos de genios. Recapacita, sálvate, camina, desconecta, cambia el mundo. Vive y no sobrevivas.

Yo eso hago. En busca de un rato para mí, intento evadirme lo posible de la aparente, superficial e inerte realidad olvidando temporalmente todo lo externo. Decido pasear, sentirme vivo, buscar el añorado silencio cansado de tan irritante ruido. Reunirme conmigo y destapar facetas inherentes a mí filosofía que desconozca, que, como bien dijo Fito, nunca se para de crecer, nunca se deja de morir; así me puede el deseo por descubrir mi entidad un poco más. Que después de seis meses no viene mal.
Sellada esta ineludible y privada pausa, el largo respiro llega a su desenlace. Tras circular una vez más la frecuentada vereda -Princesa, Gran Vía, Malasaña-, y aliviado por no cruzar con el típico inoportuno que interrumpe tu viaje para tratar lo ineficaz que resulta la opción del aire acondicionado para pies y cara al mismo tiempo del coche, me tropiezo con un, hasta entonces, ignorado, y desde hoy especial, café. El Café Loreto, en la Corredera Baja de San Pablo. Sí, habéis leído bien. Derrochando aires de bohemio y mirando disimuladamente a izquierda y derecha -“no vaya a ser que alguien me vea”- osé entrar. Lo que me ha llevado a conocer mi nueva y acogedora esfera de cavilación y aislamiento. 
“¿No me ves? Estoy volando en mis sueños. ¿No me sientes? La realidad son sólo sombras, mi realidad es donde escapo cuando pienso.”
Ya estoy. He vuelto. Medio año después me volvéis a ver escribiendo. Esta vez no desde mi escritorio de siempre –ese en el que he creado desde mis orígenes como bloggero mis entradas en la grandeza del cine o las otras dos de éste-, ni siquiera con semejante técnica. Es más, en estas fechas nada de portátil, me sobra con un lápiz y un folio arrugado –“¡ya lo pasaré!”-. Hoy me apetecía cambiar. En esta ocasión lo hago desde mi nueva guarida, mi actual dimensión, mi independiente e inspirador refugio; mi improvisado escritorio.  Esa burbuja que te permite abstraerte y jugar a descifrar los corazones de las personas. Aquellas con las que de manera indirecta cohabitas a diario, esas con las que sin pensarlo compartes las calles e incluso, sin quererlo o saberlo, la vida. Exprimir las mentes de tu alrededor desde la enorme y tenuemente empañada cristalera de la topada cafetería.
Café con leche fría a la izquierda, ración de churros a la derecha y como Jack Nicholson en Mejor… Imposible, mesa acaparada. Un regalo de mí para mí. Porque sí, porque a partir de YA esta mesa es sólo MÍA. Y no es negociable. Me apropio de este nido al mejor estilo Melvin Udall, aunque probablemente con alguna manía menos –quizá porque me enamoré a tiempo-, pero, sin ninguna duda -aviso para navegantes-, con el mismo carácter impulsivo como me encuentre con algún conquistador de sitios.
Melvin Udall (Jack Nicholson) en su adueñada mesa en Mejor… Imposible con la preciosa Carol Connelly (Helen Hunt).
Anclar en Madrid implica comenzar a soñar. Tiene algo especial. No me imagino llegar a la capital y no sentir un repentino escalofrío. El lugar ideal para descubrir la infinidad humana. Peatones reflexivos, atletas desesperados, intelectuales leyendo, escribiendo o ambas. Amores y amistades, sonrisas y lágrimas, turistas y habitantes, cafés y cervezas… LA VIDA. Madrid.
Porque cada día me tiene más enganchado. Me encanta su encanto. Su olor a eternidad. Sus avenidas repletas de vida. Sus gentes con sus cosas. Sus pausas y sus prisas. Sus modernidades y antigüedades. Sus discusiones y reconciliaciones. Cada uno de los mágicos rincones que la componen, tan diferentes entre sí pero con una fantasía en común. Porque adoro venir aquí a componer. Al Espacio. Al Paraíso. Al epicentro de la inmortalidad. El único lugar donde no pasa el tiempo.
Porque nunca me voy de mi ciudad de vacío. Porque ir a Madrid y no pensar es impensable. Porque aterrizar aquí y no pasear hasta la saciedad, es pecado. Porque despegar sin haber aprendido nada es inviable.
Porque dentro de nada nos volveremos a ver. Por supuesto, con la misma ilusión, en el mismo recoveco y bajo el mismo hechizo. Porque volveré a escribir paseando o a pasear escribiendo. Quién sabe. Pero volveré. Muy pronto.
Piensa y que no lo hagan por ti. Camina. Cambia el mundo. Vive y no sobrevivas.




El portaminas negro.