domingo, 11 de septiembre de 2016

Preso en tu reloj


¿Y si no puedo pasar de página? ¿Y si no puedo cambiar de libro?


Sé que las agujas del reloj han seguido corriendo. Que no hemos podido alcanzar sus pasos, su ritmo. Sé que, una vez más, el tiempo no se ha dignado a esperarnos.

Sí, hemos vuelto a perder. Sí, sigo ahorcado en ese puto péndulo.

Ha pasado mucho tiempo, pero créeme que ni un solo tic-tac que no pronunciase tu nombre. Ni una sola campanada que no me hiciese aterrizar de mis quiméricos sueños. La única dimensión donde puedo besarte. Donde te puedo abrazar. Donde somos eternos. La única esfera donde el tiempo podemos controlar.




Echaste raíces en lo más profundo de mi ser. Se cuelan entre mis huesos, se enredan con mis venas. Y aquí sigo. Atrapado.

Tal vez porque me niego a talarlas. Quizá porque quiero quedarme aquí a vivir. Tal vez porque estoy enganchado a nuestra historia. Quizá porque fantasee con que vuelvan a resurgir.

Quizá porque fantasee con que vuelvan a florecer.

Ella. Pianista y bilingüe, preciosa y elegante, deportista y humilde. La perfección. Sembrando a su antojo, de nuevo, mi interior.

Mis ojos se desangran, mi corazón no para de llorar, mi cerebro no cesa de palpitar.

¿Acaso depende de mí?




¡Qué momentos…!

Cuando nos mudábamos de su cama a la mía. Cuando nos mudábamos de la mía a la suya.

Y mírame…

Buscando sus besos en otros labios, buscando sus abrazos en otra piel, buscando el corazón que le regalé, en el cuerpo de otra  mujer.

“Métete en su cama pero, por favor, no le quieras. Que te quite la ropa pero, por favor, que no te desnude. Que me robe tu cuerpo, si así lo deseas, pero, por favor, que tu alma no la acaricie.” –imploré por última vez.

Aún recuerdo los poemas que le recitaba susurrándole al oído… como cartas que introducía en el ensangrentado buzón de su pecho. Sí, aquellas que nunca llegó a leer. Aquellas que incendió nada más ver el remitente.

Un pobre forastero tratando de migrar a su blindado corazón. Un ensayo de poeta que ambiciona recuperar su perdida atención. Un mísero fracasado que sigue enamorado sin condición.

Porque, como siempre me dijiste, ‘contigo es diferente’. Porque siempre era la primera vez.

Sí, rectifico…

¿Y si no quiero pasar de página?

¿Y si no quiero cambiar de libro?




El Portaminas Negro