¿Y si no puedo
pasar de página? ¿Y si no puedo cambiar de libro?
Sé
que las agujas del reloj han seguido corriendo. Que no hemos podido alcanzar
sus pasos, su ritmo. Sé que, una vez más, el tiempo no se ha dignado a esperarnos.
Sí,
hemos vuelto a perder. Sí, sigo ahorcado en ese puto péndulo.
Ha
pasado mucho tiempo, pero créeme que ni un solo tic-tac que no pronunciase tu
nombre. Ni una sola campanada que no me hiciese aterrizar de mis quiméricos
sueños. La única dimensión donde puedo besarte. Donde te puedo abrazar. Donde
somos eternos. La única esfera donde el tiempo podemos controlar.
Echaste
raíces en lo más profundo de mi ser. Se cuelan entre mis huesos, se enredan con
mis venas. Y aquí sigo. Atrapado.
Tal
vez porque me niego a talarlas. Quizá porque quiero quedarme aquí a vivir. Tal
vez porque estoy enganchado a nuestra historia. Quizá porque fantasee con que vuelvan
a resurgir.
Quizá porque fantasee con que
vuelvan a florecer.
Ella.
Pianista y bilingüe, preciosa y elegante, deportista y humilde. La perfección. Sembrando
a su antojo, de nuevo, mi interior.
Mis
ojos se desangran, mi corazón no para de llorar, mi cerebro no cesa de
palpitar.
¿Acaso
depende de mí?
¡Qué momentos…!
Cuando
nos mudábamos de su cama a la mía. Cuando nos mudábamos de la mía a la suya.
Y
mírame…
Buscando
sus besos en otros labios, buscando sus abrazos en otra piel, buscando el
corazón que le regalé, en el cuerpo de otra mujer.
“Métete en su cama pero, por
favor, no le quieras. Que te quite la ropa pero, por favor, que no te desnude.
Que me robe tu cuerpo, si así lo deseas, pero, por favor, que tu alma no la acaricie.”
–imploré por última vez.
Aún
recuerdo los poemas que le recitaba susurrándole al oído… como cartas que
introducía en el ensangrentado buzón de su pecho. Sí, aquellas que nunca llegó
a leer. Aquellas que incendió nada más ver el remitente.
Un pobre forastero tratando de
migrar a su blindado corazón. Un ensayo de poeta que ambiciona recuperar su
perdida atención. Un mísero fracasado que sigue enamorado sin condición.
Porque,
como siempre me dijiste, ‘contigo es diferente’. Porque siempre era la primera
vez.
Sí,
rectifico…
¿Y si no quiero
pasar de página?
¿Y si no quiero
cambiar de libro?
El Portaminas Negro