lunes, 22 de septiembre de 2014

Un extraordinario viaje a la fantasía


LA ESCRITURA, LA FELICIDAD


Estar tumbado en el sofá, en modo off, escuchando tranquilamente "Don´t look back in anger" de Oasis, con mi pijama largo de estrellas y por encima echada mi caliente manta marrón, ya finalizados mis capítulos diarios (y, por supuesto, repetidos) de una de mis series favoritas desde la infancia, Friends, y de repente añorar esas frías y solitarias tardes en las que lo único que te apetece es escribir un nuevo post en tu blog destinado a las maravillas de la vida. Pero esta vez condicionado por un gran inconveniente: no saber sobre qué escribir. Así que emplearé este tiempo en escribir sobre no saber qué escribir.


Porque a los que amamos la escritura no nos importa, por lo general, hacer mención a un tema u otro, sino que disfrutamos redactando lo primero que se nos pasa por la mente; nuestras ilusiones y temores, nuestras alegrías y tristezas, nuestros sueños y límites, las dudas que rondan nuestra cabeza y las soluciones que debemos emplear para terminar con ellas… Aunque, sin duda, la mejor solución para todo, desde mi punto de vista, es escribir. En el momento que te decides a empezar a escribir, ya con lápiz y folio en mano (o, en su defecto, teclado y ordenador), te olvidas del resto del mundo y te dejas llevar por la imaginación, realizando un extraordinario viaje por la infinidad de tu fantasía. Ya lo dijo Alfred Hitchcock: “hay algo más importante que la lógica: es la imaginación.”

Continúas en tu modo off, con tus auriculares bien puestos y la música al máximo, como empezaste, y escribes en el teclado como si de las teclas de un piano se tratara siguiendo el compás de la música que te está inspirando en cada una de las palabras que estás componiendo. Cada nota que estás escuchando, cada acorde, cada cambio de ritmo es una letra que presionas, un sílaba que creas, una palabra elaborada formando así de una espléndida canción un improvisado párrafo.


Sencillamente te hallas aislado de la realidad que te acorrala, evadido de todos los compromisos y, sobre todo, por una vez, estás siendo tú mismo saboreando la auténtica libertad, tu viva imagen en la que tus emociones empiezan a cobrar vida y a salir a la luz después de llevar prisioneras en tu cuerpo tantísimo tiempo.


Análogo a esa esclavitud del alma que se presenta recluida en el cuerpo humano y a esas, como Platón las denominaba, ideas: modelos de belleza, verdad y justicia, que tan bien nos ilustra en su teoría de las ideas; aquéllas que se encuentran en otra región inteligible. Aunque nuestro respetado pensador defendía que para poderlas alcanzar es necesaria la muerte de la masa corpórea, yo le corrijo (irónicamente, obviamente, ¡faltaría más!) y asiento convencido que para alcanzar esas "ideas", que habitan en otra dimensión, simplemente hay que disponerse a escribir, momento en el que toma el control de tu vida la parte inmaterial de tu ser, tu interior, tu corazón. Lo que justifica que cuando estás dentro de tu conciencia escribiendo lo idóneo en ese preciso instante, estás, metafóricamente hablando,  experimentando una desmaterialización de tu cuerpo (platónicamente razonado).
 
Muchas personas cuando se encuentran ante situaciones "insostenibles", para afrontarlas, recurren al alcohol, el tabaco, a encerrarse en su habitación sin encontrar el momento oportuno para dejar de llorar,  a salir a correr… Pero yo únicamente necesito soñar refugiándome en mi eficaz medicina, mi droga sana: mi escritura. Y aquí debo hacer mención a mi increíble amiga María (Sampi) que fue la que me iluminó y me descubrió este apasionante mundo, ya que, aunque suene ridículo, yo era de los que se encerraba en su dormitorio. Pero no sólo eso, sino que estoy convencido de que a esas personas que se dedican a consumir sustancias perjudiciales les iba a hacer mucho mejor abrir su caletre y exponer sus preocupaciones mediante la escritura, la música, la poesía o similares que es lo que a la larga de verdad te llena y te devuelve a la vida. 

Y es que es maravilloso sentir como los que, en realidad, están escribiendo este pequeño artículo son tus propios sentimientos en danza, repletos de vida, y no tus obedientes manos. Es más, si de mí dependiera, no cesaría de escribir ni un solo segundo, ya que nunca encuentro el momento oportuno para dejar de escribir, y al mentalizarme de que se aproxima el final una repentina impotencia recorre todo mi cuerpo. Porque sin la escritura soy un problema sin solución y siempre me sabe a poco, por muchas horas que le dedique. Ya que realizando esta mágica afición destapas sentimientos inimaginables para tu cerebro, ayudándote a desenmascarar tu interioridad descubriéndote cada vez un poco más.
 

Muy posiblemente ésta no vaya a ser la mejor de mis redacciones pero sí la más real, sincera y pura. Pero no sólo eso, sino que ha sido, como se ha podido "palpar", con la que más he disfrutado y lo he hecho como no lo hacía desde hace tiempo. Pero por desgracia, como todo lo bueno, tiene su fin, pero he de acentuar que tampoco me inquieta porque intuyo que dentro de muy poco nos volveremos a encontrar con otra nueva excusa por la que merezca la pena escribir, aunque larga se haga la espera. Desde el segundo que escriba el punto y final voy a estar considerando sobre qué va tratar la próxima en lugar de, como he hecho en esta ocasión, improvisar y comenzar hablando de no saber sobre qué cuestión discurrir.

Simplemente… eterno agradecimiento a la escritura, que una vez más me ha hecho volar.

"Acababa de comprender algo muy importante: cuando se escribe, hay que abrir completamente las puertas a la vida con el fin de que se mezcle con las palabras y alimente la imaginación."
-Los ojos amarillos de los cocodrilos-
 
El portaminas negro.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Dejarse llevar suena demasiado bien...


NUNCA ES TARDE PARA SOÑAR



En numerosas ocasiones he oído “si no arriesgas no ganas”. Pues bien, yo arriesgué. Pero no sólo eso, sino que también gané.




En los momentos en los que yo más perdido me hallaba decidí arriesgarme. Cierto es que yo contaba con amigos, familiares… incluso, hasta con pareja. Pero aún así no eran buenos momentos para mí. Nada llamaba mi atención, en cuanto a estudios y futuro se refiere, no encontraba ninguna motivación, y por si fuera poco salía de un bachillerato de ciencias que no lograba sacar.


Pero sin saber qué estudiar, con pocas opciones de escoger y sin poder gozar de exigencias me propuse aventurarme en el grado de Historia. Un campo del que apenas tenía conocimientos, que ni siquiera sabía si me iba a conquistar. Pero, repito, esta vez, salí ganando. Hice caso a uno de los mensajes que más han marcado mi adolescencia, una oración nacida de una de mis canciones favoritas (“Copenhague” de Vetusta Morla). “Dejarse llevar suena demasiado bien. Jugar al azar, nunca saber donde puedes terminar... o empezar…”.

A pesar de que el primordial propósito de la universidad es formar, enseñar y cimentar a los futuros trabajadores que tienen que sacar adelante a su país, gracias a este atrevimiento he conocido a las personas más increíbles con las que te puedes encontrar. No son simples compañeros de clase, ni de conciertos, ni unos meros colegas que se hacen en cualquier momento y lugar. Son mis hermanos, mi familia, un amor que no sólo surge sino que también hay que alimentar, cuidar y construir poco a poco. Aunque lo que estoy estudiando también me agrada.


En un principio todo lo veía cuesta arriba, inalcanzable para mí, hasta el punto de verme en la obligación de tirar la toalla y abandonar todo lo aprendido hasta la fecha. Pero allí aparecieron ellos, mis nuevos hermanos. Aquellos a los que les debo tanto ya que son quienes de verdad te ayudan, te enseñan y te forman. Sin ellos esta situación habría sido insostenible y no estaría donde ahora me encuentro. Miles de dudas rondaban mi cabeza, esas dudas que provocaban mis desánimos, mis decaídos despertares y mis depresivos días. Pero mis, ya nombrados en varias ocasiones, hermanos, entre los que destaco a David y Héctor, más conocidos (por mí) como Deif
y Monsi, lograron convencerme y quitarme esas dudas mediante palabras y hechos. Y finalmente escogí lo que más me convenía y lo que sabía que era lo mejor para mí; hacer caso a las personas más influyentes e importantes, que a su vez, son las que más me conocen, y darme otra oportunidad en este mi primer año de carrera.


Y tenían toda la razón. Cambié la perspectiva de apreciar la realidad y comencé a ser más optimista. Empecé a involucrarme más en los estudios y en la vida universitaria y estoy  mejor de lo que había estado jamás. Y además de todo eso, seguí con mis grandes amigos, el vínculo más fuerte que, gracias a Dios, ha permitido que siga con ellos y en este entorno.


Esa complicada, pero finalmente acertada, decisión iba a permitir que experimentase los mejores momentos que podía disfrutar: un concierto de Melendi, varios de Love of Lesbian y Vetusta Morla, tres espectaculares acústicos (Supersubmarina, Izal y Dorian), la celebración de mi 19 cumpleaños, salidas nocturnas en discotecas e irlandeses, noches en casas y residencias, madrugones para contemplar amaneceres, la final de la Champions League 2013/2014 en el estadio Santiago Bernabéu y su correspondiente celebración en la fuente de La Cibeles, increíbles partidas de cartas y conversaciones en la cafetería, y un larguísimo etcétera. Y lo mejor de todo es que todavía faltan muchos por llegar.



Sin ellos mi felicidad durante todo este año, y los próximos, no habría sido, ni podrían ser, posibles y les estoy eternamente agradecido porque en gran parte soy, en estos momentos, como soy por ellos. Estudio lo que me gusta gracias a que ellos, siempre pensando en mi bien, no me dejaban cambiarme, y han sido ellos los que, mediante debates y experiencias, me han hecho madurar.


 Y es que hay que aprender a disfrutar el momento, a ser más positivos, a luchar por tus sueños y a pensar un poco menos -o un poco mejor-. La vida sin esos puntos de locura y riesgo no tiene ningún sentido. Todos debemos dejarnos llevar un poco más, que, a fin de cuentas, no está tan mal.


 ¿Y si te equivocas?... La vida continúa. Vuelve a arriesgar una y otra vez, que siempre se gana. Al fin y al cabo, en eso consiste este juego llamado "vida".

 
 
El portaminas negro.